¡Mi primera novela! Un punto azul en el Mediterráneo

¡Ayer terminé mi primera novela! Dos años dedicados por entero a escribir.

Ayer puse punto final a mi última reescritura y lancé el manuscrito al exterior, eso es, la envié a editoriales y a agentes literarios. La sensación fue como notar un vacío en el estómago y como si seguidamente este se llenase de mariposas. El mismo vacío que se siente cuando dejas a alguien irse, supongo que es lo mismo que les pasa a los padres que dejan a su hijo que vuele solo. Y en cuanto a las mariposas, es como un cosquilleo que te provoca la ilusión, la excitación, la espera, la esperanza ante lo que pasará con el manuscrito… Qui lo sa!

Dos años de escritura y reescritura, de decenas de revisiones, de pedir la opinión a un grupo de elegidos, los lectores beta, a los que les pedí total honestidad en su opinión y alguna que otra sugerencia (debo decir que todas me sirvieron).

Escribir en tiempos de COVID

Y quizás os suene a cliché, pero sí, escribir esta novela me salvó en muchos aspectos. La inicié el primer día del confinamiento por el COVID-19 y eso me salvó de un ataque de pánico que respondía a la pregunta que muchos nos hicimos en ese instante de reclusión obligada: Y ahora, ¿qué hago yo con mi vida? La respuesta me la dio mi mujer, Olga: «Nada, no puedes hacer nada». Seguidamente me sugirió: «¿Por qué no escribes la novela que llevas años queriendo escribir? Ahora tienes todo el tiempo del mundo». Me pareció una sabía decisión, una idea plausible que me llenó de una renovada ilusión. Y así fue como dediqué todo el tiempo a la novela: escribí, vi películas, series y documentales sobre los temas que trataba, leí libros, estudié sobre narrativa, además de hacer pilates, cocinar, bailar y tomar muchos vermuts en el balconcito de mi bonito apartamento.

Escribir me salvó

Sí, la novela me salvó de darle todo el día al tarro sobre nuestro futuro, sobre el trabajo, sobre las pérdidas que nos ocasionaba, cancelar todas las cenas y eventos que organizábamos en nuestra casa, las colaboraciones de comunicación que entonces comenzaban a escasear, los cero ingresos, las cero ayudas, los ahorros que íbamos a quemar, la posibilidad de contagiarnos del COVID… En fin, lo mínimo que podía tener era una depresión o ataques de ansiedad… Sin embargo, aun careciendo de muchas cosas entonces, ese tiempo fue uno de los mejores que he vivido, fue tal la experiencia que hasta me costó salir de casa: ¡Era feliz escribiendo en casa! ¿No es eso lo que todos buscamos, la felicidad?

Ahora solo espero que esa ilusión me siga acompañando y que a ella se añada la suerte de que alguien llame a mi puerta y me diga: ¡Me gusta! ¡Te acompaño en esta nueva aventura de editar tu libro! Alea jacta est.