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El paraíso, esa postal perfecta

playa-isla-Koh-Samui-tailandiaVértigo. Nervios. Excitación. Un salto al vacío. Estoy en el paraíso.

Porque el paraíso lo construye uno mismo en el momento que te proyectas en el lugar que deseas estar, con quién lo quieres compartir, pero sobre todo pudiendo cumplir con esos sueños anhelados durante tanto tiempo.

El paraíso desaparece cuando la existencia te lleva a un sopor insoportable, de tedio y hastío, atrapada por los condicionantes del día a día, de la sociedad exigente que te rodea; solo entonces alcanzas tu propio purgatorio, que quema tu visión del horizonte y hasta tus deseos se desvanecen sumergidos en una rutina perenne.

El paraíso, esa postal con la que siempre sueñas

El camino se cierra en una curva que te impide ver con perspectiva y sentir lo que tienes delante, mientras tratas inútilmente de avanzar. Lo peor que puede suceder entonces es dejarte transportar por esa corriente que te arrastra hacia un paraje incierto, solamente porque sí; navegar sin rumbo en el acontecer diario sin dejar fluir tus emociones más básicas, sin poner freno a lo que te impide vivir con ilusión y avanzar hacia las metas que un día proyectaste en tu interior.

El paraíso es esa postal perfecta que todos hemos colgado en alguna pared, en la puerta de un armario o en el frontal de una nevera, soñando con ir el día menos pensado o, en el mejor de los casos, volver para olvidar por un tiempo nuestra realidad.

El paraíso es ese instante perfecto en el que eres capaz de visualizarte tomando el control de tu vida, sentir que conduces tu propio viaje vital, sin renunciar a tus sueños, dejando atrás emociones aprehendidas de culpabilidad, inseguridad, temor, remordimientos o incertidumbre, debilidades que nos encadenan sine die imposibilitando cualquier avance, pulsando nuestras frustraciones.

La vida es demasiado hermosa y fugaz como para perder un solo instante

atardecer-playa-Koh-Phang-Gang-TailandiaPor el camino encontré esta frase inspiradora que nos acompañó todo el viaje: «Quédate, pero únicamente sí pones el corazón en ello».

Yo he cogido al vuelo mi propio paraíso. Me he tomado mi tiempo y en una balanza imaginaria he colocado lo que tengo y lo que me falta, y es esto último lo que me ha decidido a lanzarme sin paracaídas en mis próximas decisiones. Realizar este acto, que siempre produce cierto vértigo, me ha ayudado a poder cumplir un sueño demasiado tiempo anhelado: dejarlo todo por un tiempo y viajar por el mundo sin una meta preconcebida, con un billete de ida y una mochila llena de ilusiones.

Sueños infantiles de un paraíso perdido

Y así es como me he dejado llevar por mis deseos más infantiles, cuando siendo una niña construía mi propio barco con cajas de cartón y botes de detergente, con sábanas agarradas a la lámpara, que era mi sol o mi luna, el suelo como océano y yo como la capitana de mi rumbo.

Entonces imaginaba mares y ríos por recorrer, aventurándome en los rincones más inhóspitos, conquistando selvas o islas vírgenes como una Crusoe, mientras envidiaba en secreto a aquellos conquistadores que ponían nombre a tierra ignota.

Esos sueños de adolescente me llevaron a su vez a estudiar Historia y a convertirme en Antropóloga, disciplinas que me enseñaron que ni el mundo es tan grande, ni estamos tan lejos los unos de los otros, solo nos separa o nos une, en el mejor de los casos, las culturas que nos hacen distintos y a la vez originales.

Yo sentía la necesidad de conocer las culturas más lejanas o exóticas, pero no únicamente a través de las páginas de un libro, sino también aproximándome físicamente a ellas, a través de los viajes que el tiempo y mi capacidad personal me permitiesen realizar.

Así fue como, con 19 años, me inicié como viajera independiente y desde entonces no he parado de idear, planificar nuevos viajes, explorar nuevos lugares, residir en distintas ciudades y plasmar con mis relatos y fotografías mis experiencias personales, ahora en este blog.

La piedra sagrada de Shiva. @evaespinet

Como antropóloga, me he visto viviendo en tribus apartadas del mundo y, como periodista, trabajando como corresponsal en el sitio donde está la noticia.

Ese era un anhelo que yo iba alimentando a lo largo de los años, mientras estos iban pasando y las oportunidades de alcanzarlo cada vez eran menores, porque cuanto más vas atando tu vida a necesidades, la mayoría materiales —un piso, un coche, vacaciones…—, y a responsabilidades que se van sumando a la edad, cada vez es más difícil dejarlo todo para hacer caso a tus deseos.

Pero como es bien sabido, la vida solo se vive una vez y solo nosotros mismos debemos tener la calidad de hacerla lo más rica posible. ¡Que el destino te sea propicio!

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