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Palamós, Un punto azul en el Mediterráneo

Hoy voy a descubrir un pueblo de la costa catalana que os va a sorprender por su belleza, los lugares que encierra y la excelente gastronomía en la que sobresale por su famosa gamba, Palamós (Girona, España).

Os voy a contar otra cosa por la cual tenía muchas ganas de descubriros uno de los pueblecitos más bellos de la Costa Brava, o como los catalanes la llamamos l’Empordà. Palamós es uno de los parajes donde se sucede parte de mi última novela, Un punto azul en el Mediterráneo y donde vivieron parte de mis antepasados, cuya historia se remonta a 1750.

Siendo una niña, y más tarde una adolescente, pasé largos veranos en esta tierra. Para quien escribe como yo, una breve estancia en Palamós adquiere siempre unos tintes de nostalgia.

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Lo primero que te atrapa, nada más llegar por carretera, es su hermosa bahía, una de las más profundas del Mediterráneo Occidental. El paseo marítimo se proyectó en 1920 y desde aquí obtenemos una visión privilegiada de una de las bahías más profundas del Mediterráneo occidental. Su playa se extiende, por un extremo, hasta el puerto y, por otro, atraviesa las poblaciones costeras de Sant Antoni de Calonge, Torre Valentina hasta la punta de Platja d’Aro. ¡Imaginaros la belleza de esta bahía!

Palamós, villa Real desde el siglo XIII

Palamós era un puerto natural y, gracias a ello, se convirtió en Villa Real en el s. XIII. Por su posición estratégica en el Mediterráneo, desde entonces fue blanco de piratas argelinos y turcos, como el temido Barbarroja, o la presencia de tropas inglesas o francesas, que impidieron que la villa creciera de manera continuada, tanto económica como demográficamente.

Los cañones que decoran varios puntos de Palamós fueron hallados en el mar, se dice que procedían de la fortaleza real que fue arrasada en un ataque francés, en 1694.

El Palamós de las celebrities

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Palamós ha sido refugio literario de algunos célebres escritores como Josep Pla o Truman Capote que, entre los años 1960-62, hizo de este hotel su residencia. Llegó aquí buscando la tranquilidad que no tenía en el Manhattan aristocrático y de celebrities, para escribir la que sería su novela más ambiciosa, A sangre fría. También actores de Hollywood como David Niven o Ava Gadner, disfrutaron de la belleza y la tranquilidad de Palamós.

A pesar de la expansión de la época industrial y las posteriores alteraciones urbanísticas, Palamós conserva todavía bien diferenciado en el trazado urbano el núcleo medieval primitivo, situado en el promontorio del Pedró y dominado por la iglesia.

La plaza murada es la más emblemática de Palamós. Se accede a ella desde el paseo marítimo por unas escaleras, el principal acceso al casco antiguo, desde donde se contemplan uno de los atardeceres más espectaculares del Mediterráneo.

La iglesia de Santa María, el edificio más antiguo de Palamós

Desde la plaza murada se accede a la iglesia de Santa María, construida en 1334. En siglos posteriores pasó por diversas restauraciones y lo que queda de ella es una iglesia de estilo gótico tardío.

La Torre del Consell es un antiguo baluarte integrado en el edificio de la iglesia a partir del siglo XVI. Toma este nombre porque era el punto de reunión de los Jurados y el Consejo de la Villa, órganos de gobierno municipal cuya función era velar por el cumplimiento de los privilegios otorgados a la Villa de Palamós. En 1521 pasó a formar parte de la iglesia constituyendo la base de su campanario. En el lado derecho de la nave se abre una puerta gótico-renacentista (siglo XVI).

No os perdáis su interior, donde además se respira una gran serenidad. Destaca el retablo del altar mayor que, aunque fue en parte destruido a principios de la Guerra Civil, conserva dos elementos originales de finales del siglo XVI: el bancal y siete cuadros del pintor renacentista Isaac Hermes Vermei, de Utrecht. La bóveda está dividida por arcos apuntados y en cada lado hay cinco capillas góticas, con algunas bóvedas decoradas, dedicadas a la Virgen María.

La calle donde el escritor Truman Capote paseaba en pijama

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Desde la iglesia llegamos al carrer Major donde un Capote ensimismado y atormentado, se paseaba en bata por el pueblo (daba igual si hacía frío o calor) para comprar la prensa y comestibles. Acudía a comer a Los Caracoles o a la María de Cadaqués; en la pastelería compraba una botella de ginebra, ginger ale y aceitunas rellenas; en la librería, el Herald Tribune, donde se enteró de la muerte de su amiga Marilyn Monroe. Entonces compró una botella de ginebra y regresó al hotel repitiendo con desesperación por las calles: “¡Mi amiga ha muerto! ¡Mi amiga ha muerto!”.

El escritor se entretenía también con la llegada de las barcas al muelle, la subasta en la lonja, el baile semanal de sardanas o comprando fruta y verdura en el mercado los martes. Por las noches se le podía ver en el desaparecido tablao de La Pañoleta.

Desde el carrer Major podemos ascender por las callecitas estrechas y en pendiente, de origen medieval. En una de ellas encontraremos la Capilla del Carme, recién rehabilitada y donde se pueden contemplar exposiciones de artistas de la villa.

Palamós y los caminos de ronda

Sin duda, no se conoce la esencia de la Costa Brava si no se recorre alguno de los kilómetros del Camino de Ronda, camino legendario que une todos los pueblos de la costa de punta a punta. Contiene prácticamente de todo: paseos marítimos, paisajes abruptos, llanuras, bosques y calitas…

Caminos que nacieron para huir de los piratas, que no podían alejarse mucho de sus barcos y que, durante la Guerra Civil española, sirvieron como puntos de contrabando.

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Cada pueblo tiene su parte del Camino de Ronda y Palamós no podía ser menos. Si subimos cualquiera de las calles en pendiente del casco antiguo iremos a dar con el mirador desde donde podemos apreciar el mar en toda su grandeza y salir los veleros desde el puerto deportivo.

Desde el mirador se inicia la ronda que recorre el litoral, con las calas situadas entre los promontorios rocosos sobre el mar: Cala Margarida, una pequeña playa que conserva antiguas barracas de pescadores, la Fosca, Cala S’Alguer, la playa d’en Castell, Cala de la Estreta y las islas Formigues, un diminuto archipiélago que también pertenece a este municipio.

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Tras el puerto deportivo se esconde una pequeña cala de rocas y aguas transparentes, muy poco frecuentada, Cala de Morro del Vedell. Aquí sale la escuela de submarinistas en busca del naviero inglés hundido por un barco fascista en la Guerra Civil.

El puerto de Palamós

Si descendemos por cualquiera de sus callecitas iremos a dar con uno de los lugares más pintorescos de Palamós, la zona del puerto viejo. Cuando cae el sol, este es uno de los puntos de encuentro entre los lugareños y los veraneantes. Un pequeño muro medieval que separa la población de la playa, al que los locales llaman el malecón, se puede observar la actividad de las barquitas y de los pescadores cosiendo las redes.

El puerto, al pie del casco histórico, es el origen de esta población. La pesca es una actividad tradicional en esta tierra abierta al mar y la industria del corcho la utilizó como punto de partida hacia el exterior.

En mi novela, Un punto azul en el Mediterráneo, narro como sus protagonistas, quedan fascinados por la vibrante actividad del puerto: Con la salida y llegada de los coloridos barcos de pesca, cargados con pescado (por supuesto, con las famosas gambas de Palamós) para venderlos en la lonja. En el puerto se puede presenciar la subasta del pescado que es espectacular.

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Desde su origen, el puerto era punto estratégico por su condición comercial y puerto aduanero. Por eso, durante la Guerra Civil española fue objetivo de aviones y naves fascistas, alemanas e italianas, que bombardeaban desde el mar y desde el aire.

El Palamós más gastronómico

Precisamente en el puerto de Palamós se encuentra el Museo de la Pesca donde además de hacer un viaje marítimo por la historia de la villa, se puede también hacer una degustación de los tesoros que encierra este mar. No te pierdas el marisco fresquísimo cocinado de la manera más tradicional. ¡Delicioso!

Además, yo te recomiendo visitar las tabernas del barri vell, como el Moni con pinchos excelentes mientras te pierdes entre el centenar de fotografías de los que allí pasaron, gente célebre y anónima para divertirse mientras llenaba el estómago. Otra taberna, mi favorita, La Selvatana, donde poder degustar los arroces a la cazuela. También puedes visitar el tradicional María de Cadaqués o La galera. El Vell Port para degustar una mariscada de película. Palamós no te decepcionará en este sentido.

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También te recomiendo que, ya que estás en Palamós, recorras su costa y visites sus pueblecitos ancorados en el paisaje agreste, con pequeñas calas de aguas cristalinas y sus casitas de pescadores caladas de blanco que proyectan toda su luminosidad sobre el Mediterráneo. No dejes de visitar Calella de Palafrugell, Llafranch, Begur, el pueblo medieval de Pals y llegar hasta Cadaqués, y Figueras, donde descubrirás por qué el artista Salvador Dalí se enamoró de esta tierra.

 

 

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