La isla de las tortugas, en el corazón de Borneo
No he tenido hijos, así que desconozco la emoción de parir y ser madre, así que lo que cuente aquí no merezca comparación. Sin embargo, la experiencia de ver nacer y ayudar a sobrevivir a tortugas es única y muy especial. Sucedió en la isla de Selingan, a unos 40 kilómetros al norte de Sandakan, en Sabah, Malasia orienta y frente a la costa de Filipinas, en el Mar de Célebes o Sulawasi.
10 islas conforman las Islas de las tortugas, de las cuales tres forman parte del Parque Marítimo de las Islas Tortuga, de Malasia, y siete pertenecen al municipio de las Islas Tortuga, Tawi-Tawi, en Filipinas.
Pulau Selingan es un Parque Marítimo de las islas Tortugas, de 17 kilómetros cuadrados de extensión, habitada por una pequeña reserva de biólogos dedicada a la conservación de las tortugas verdes, especie endémica de Borneo y hoy en peligro de extinción. Los viajeros solo tienen acceso al parque previa reserva, con meses de antelación, y limitada la entrada a veinte personas y con derecho a pernoctar un solo día.
Esta minúscula isla es un paraíso para el visitante, pero sobre todo para las tortugas; su extensión es tan mínima que puedes pasearla en media hora y está rodeada por tres bellas playas coralinas donde se puede practicar el buceo mientras transcurre el día lento y apacible hasta que llega la noche, la hora del desove de estos queláceos.
Yo fui afortunada porque no solo pude ver desovar 103 huevos por una enorme y longeva tortuga, sino también ser testimonio de la liberación de un nutrido grupo de tortugas en la playa.
Fue por la tarde mientras dormíamos una placentera siesta bajo una palmera, dejándonos llevar por el dolce fare niente, cuando unos guardias nos preguntaron si queríamos ver realmente algo excepcional. Puedo asegurar que así fue; nos indicaron en un escaso inglés que nos fijásemos en la arena.
El avistamiento de tortugas
En cuestión de segundos emergieron de la sabia blanca dos minúsculas y rebozadas tortugas. Seguidamente, tres, cuatro, cinco, hasta 100 tortugas contaron los vigilantes, apelotonadas, empujándose unas a otras, liberándose, buscando paso entre las hojas y ramitas, casi todas ellas siguiendo su instinto y en la misma dirección hacia la orilla, hacia el mar, su meta.
Perpleja por lo que acontecía con toda naturalidad, no me costó obedecer la consigna de los vigilantes que nos conminaban a los pocos que allí estábamos, como testigos de excepción, a rescatar a las pequeñas carey que se perdían en dirección opuesta al gran océano.
Excitada, comencé a coger con dos dedos, a modo de pinza, a las delicadas tortugas y a dirigirlas por el camino correcto. Su tacto era extremadamente suave, blandas como gominolas y cuyo aspecto me recordaba tremendamente a la colección de gomas de borrar que guardo todavía hoy en mi casa.
Mientras las sujetaba delicadamente, estas agitaban sus pequeñas aletas, como si de dos remos se tratase; parecían buscar el tacto de la arena, las rocas, el líquido acuoso que finalmente debería ser su hogar.
Entre todos conseguimos rescatarlas y con contenida emoción observamos cómo se alejaban hacia la profundidad del mar en busca de alimento, de vida.
Cuando se fueron me sentía realmente exultante, con la adrenalina desbordada y sintiendo que había sido lo mejor que me había pasado desde hacía mucho tiempo, envidiaba a los conservadores de la isla.
Más tarde, unos biólogos nos contaron que era difícil controlar todos los anidamientos que se producen y por eso la playa debía de ser vigilada día y noche.
A las seis de la tarde esta se cierra al público, pues con la caída del sol y hasta el amanecer varias tortugas visitaran el lugar para anidar sus huevos. Es otra de las escenas más impactantes.
El delicado momento del desove
Entrada la noche y hacia la madrugada, antes de que despegue el sol, se producirá el hermoso milagro de ver parir a las grandes tortugas. Hay que vivirlo para creerlo. Es asombroso contemplar, fruto del enorme esfuerzo, llorar a estos reptiles que desovan entre 70 y 100 huevos en cuestión de minutos.
Una vez la tortuga da por terminado el parto sus cuidadores trasladan los huevos, del tamaño de una pelota de ping-pong, a una área limitada para su incubación, a resguardo de su gran enemigo, el lagarto monitor que puede llegar a medir hasta dos metros.
La tortuga madre vuelve a su hogar, el mar. La liberación de las crías se producirá en unas siete semanas.
Incubación de huevos de tortuga por género
Un dato muy curioso es que, gracias a la temperatura que reciben los huevos, y dependiendo de si estos se colocan al sol o a la sombra, saldrán hembras o machos, respectivamente. Incluso en la salvaje naturaleza todo está controlado.
La liberación de las tortugas
Al día siguiente, nos fuimos con la sensación de haber vivido una intensa experiencia. Los propios vigilantes nos aseguraron que habíamos tenido la fortuna a nuestro favor, pues había muchas personas que se iban de la isla sin poder avistar una sola tortuga.
Yo las había visto desovar, nacer y partir hacia el océano. Pocos días después tuve la suerte de bucear con una vieja tortuga en la inmensidad del océano, pero esa ya es otra historia…