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Samaná, un santuario en el Caribe

Las playas que atraparon a Cristóbal Colón

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He viajado por muchos lugares exóticos, paradisíacos, increíbles, pero un lugar que me sorprendió por su exuberante belleza fue la península de Samaná, al noroeste de la República Dominicana. Sí, es verdad que el Caribe está muy explotado, que para los que buscamos aventura y explorar lo desconocido, este lugar del mundo nos sabe a turista de pulsera y a excursiones en fila india. Pero lo cierto es que Samaná tiene lo que un Robinson Crusoe buscaría para perderse y no dejarse encontrar.

Algunas de las playas más bellas del mundo están aquí, en una de las siete áreas protegidas de la Bahía de Samaná: Playa Rincón, Playa Bonita, Playa Cayita Honda, Cayo Levantado o Cayo Limón. Aguas cristalinas, arena blanca, palmeras que besan el agua y paredes frondosas de vegetación. Aterrizar en ellas es recordar esa postal que colgamos en nuestra nevera y que nos hace soñar con el paraíso en los duros días del invierno. En Samaná se vive una eterna primavera.

Ballenas jorobadas en Samaná

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Esta península encierra una sorpresa insólita, un santuario sagrado para las ballenas jorobadas. Cada año, entre diciembre y abril, arriban unas 3.000 ballenas para aparearse y dar a luz a sus cachorros en las cálidas aguas del Océano Atlántico. Han recorrido miles de kilómetros desde los mares de Islandia, Groenlandia, Canadá y América Norte.

Es un espectáculo que te deja sin aliento. Los machos de cuarenta toneladas de peso emergen del agua en increíbles acrobacias para volver a sumergirse en las profundas aguas. Cuando no saltan, cantan una letanía profunda que las hembras oyen hasta un radio de treinta kilómetros. Así que si estás buceando entre corales y escuchas una extraña melodía no te asustes, no son cantos de sirenas. Es el canto que asegura la continuidad de esta especie.

Después de dar a luz a sus pequeños, las ballenas preparan su regreso. Las crías deberán alimentarse bien para ganar grasa con la que soportar las gélidas aguas del norte. Desde 1986, «Banco de Plata» se ha convertido en un santuario para la protección de estas ballenas.

Samaná, reserva natural protegida

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Iguana tomando el sol

Pero Samaná no son solo playas y mar. Las formaciones cársticas tropicales del Parque Nacional Los Haitises son impresionantes. “Haitises” significa tierra alta y su conjunto de cerros o «mogotes» alcanzan alturas entre 30 y 40 metros -que recuerdan a la increíble bahía de Halong, en Vietnam-, surcadas de cuevas, manglares y bosques que conducen hasta el Salto del Limón. Un reserva natural de 82 kilómetros protegida en la que habitan murciélagos, pelícanos, reptiles y manatíes.

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Pero si quieres disfrutar de la autenticidad del Caribe, cena en los pequeños restaurantes locales en la playa, donde comes lo que ese día ha dado el mar, mézclate con sus habitantes mientras saboreas un ron añejo y dejas que la noche se confunda con el amanecer. El paraíso está aquí.

¡Buen viaje!

 

 

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2 comentarios en “Samaná, un santuario en el Caribe”

  1. !Oh que lindas fotos, dice el profesor, !Oh, que maravilla, dice la mami.Parece mentira¡ que haya tardado tanto en verlas. Pero que monas están las niñas dominicanas,!qué colores, que belleza… !Quiero másssssssssss¡

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