He vuelto feliz de la India y con el anhelo que much@s viajer@s experimentan de volver una, dos y tres veces a ella. Descubrir la fórmula de su mágica existencia da tanto de si como lo que ofrece día a día. La India no te deja indiferente.
De lo único que me arrepiento es de haber tardado tanto en materializar este sueño, pues los comentarios ya clásicos de los amig@s como «has de estar preparado para ir a la India», «te afectará su extrema pobreza», «imposible digerir su comida picante y sus olores» frenaron el sueño de realizar ya hace mucho tiempo este viaje. Pero nunca es tarde, si la dicha es buena y así ha sido.
Creo que, a estas alturas y con cierta experiencia en la mochila, he comprobado que es el viajante mismo el que tiene que estar preparado para descubrir y adentrarse en la diferencia, en lo que hace único a un país de otro y luego, lo que viene detrás, las experiencias, lo que te encuentras y su resultado, ya dependen de cómo hayas experimentado tu propio «peregrinaje».
Cada uno vive el viaje a su manera y eso es lo mágico, que viajar nunca es igual para nadie. Hay muchas Indias y ninguna es igual en el recuerdo del viajero.
Desde un inicio, me planteé que a la India volvería y que, por tanto, había que dosificar su exploración. Mi deseo es recorrer uno de los países más grandes y poblados del globo terráqueo, saboreándolo como se degusta su café, con placer e intensidad.
India del Sur: Tamil Nadu & Kerala
Así, para mi primera dosis vacacional (3 semanas), probé con la zona más austral: Bombay, Tamil Nadu y Kerala. En una frase: Bombay, ciudad con nombre de licor, es la puerta del Sur; Tamil Nadu, la región más hindi; y Kerala, el paraíso ayurveda que hoy todo occidental busca para reparar su agitada ánima.
¿Cuál ha sido mi primera impresión del viaje? Que ha sido “fácil”. No, el comentario no es superfluo, ni presuntuoso, simplemente la verdad, una verdad que encierra una razón fundamental: su gente, siempre risueña, mirando el mundo de frente, conciliadora, te facilita mucho las cosas. No ha sido un viaje de lujo, ni lo pretendía; ha sido cansado, pues viajé todos los días. India, ¡Enorme y desbordante! Alguna vez en tren, otras en autocar y cuanto más en los célebres Ambassadors con chófer y los populares rickshaws, el viaje se convierte en una aventura llena de sorpresas.
Transportarte por los más variados medios de locomoción es la manera de asegurarte el contacto con su gente y conocer el país como lo hacen ellos, sin prisas, pero sin pausa, sin apenas espacio, ventanas, aire acondicionado y con todas las incomodidades de medios obsoletos, pero ahí está la gracia…
De esta manera transcurren pueblos milenarios con toda su magia, olores y esencias a flor de piel:
Chennai, Kanchimpuram, Mamallipuram, Pondicherry, Tanjore, Trichy, Madurai, en el estado más auténtico de la India, Tamil Nadu. De ahí, por carretera, transitando de pueblo en pueblo hacia la reserva del tigre de Periyar; los magníficos canales tropicales de Allepey, los Backwaters, recorridos a bordo de un barco arrocero mientras la vista se pierde lenta entre plantaciones de arroz, té, especias; o pasear por Kochi, herencia colonial del navegante portugués Vasco de Gama. Fluye la vida a través de la corriente.
Olores, aromas, esencias, ricas en sus detalles lo invade todo: especias, sándalo, incienso, rosas, café, té, cúrcuma, pachuli, a piel limpia, pero también a muerte, pobreza, suciedad…
Sabores, los más variopintos, para todos los gustos y paladares. Siempre con la posibilidad de que te sirvan menos «spicy» o lo que es lo mismo que no pique como el demonio.
Pobres, desgraciadamente, como en todas partes, baja por el centro de Barcelona y echa un ojo a la acera, bajo tus pies, donde nunca observas: mendigos, pobres rebuscando en la basura y mutilados; todos formamos parte de esa “globalidad” que nos han impuesto, más en la India…
Si vas a la India, abandona las manías de occidental en casa y déjate llevar. Aprende a comer con los dedos de las manos (la izquierda prohibida) y con la comida sobre una hoja de plátano, como plato, vivirás toda una experiencia para los sentidos, que requiere arte y pericia.
Tolera la leve caricia de sus pieles, es su manera de «acercarse» a ti, mientras te preguntan de dónde eres y cómo te llamas por ese orden.
Se despedirán de ti con una mirada que no logras ver en ninguna otra parte del mundo: una sonrisa larga, profunda, penetrante que te provoca encerrarla para siempre en el objetivo de tu cámara.
Y cuando les pidas algo, recuerda que siempre contestarán «Si», aunque tengan que mentir, pues su deseo es complacerte y lo harán con su rostro, sin dejar de sonreír y sin mediar palabra alguna, sólo con un ligero y bamboleante gesto de cabeza que a ti te sonará a «vale, de acuerdo», es su confirmación a tus deseos. Y tus deseos se verán cumplidos en la tierra más sacra y espiritual de la tierra.
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